Generalmente es más fácil percibir los defectos en las personas que nos rodean que sus virtudes, y por esto las juzgamos, las criticamos, con ideas preconcebidas, y muchas veces por esta actitud terminamos por provocar enemistad contra alguna de ellas, y hasta ocasionamos que ellas se predispongan contra el Señor Jesús, no queriendo conocerlo.
La Palabra de Dios dice: «La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?» (Mateo 6:22-23).
Es muy fácil tener buenos ojos cuando estamos en la iglesia, o estamos con personas que son de nuestro agrado, pero de qué sirve si nuestra actitud cambia cuando estamos con otras personas o en otras situaciones, debemos ver el lado positivo de las personas, es decir sus virtudes, porque todos las tienen.
Si nuestros ojos son buenos entonces, la luz que hay en nosotros se manifestará, en todo lugar. Quienes nos vean sabrán que hay una diferencia entre nosotros y las demás personas, y así la presencia de Dios será reflejada.