El tiempo pasa para todo el mundo y, para la mayoría de las personas, llega el momento de vivir el primer amor. Es esa pasión intensa, ese amor cariñoso, las ganas de hacer todo siempre con la misma persona. Sin embargo, en la actualidad, ¿cómo viven eso los adolescentes?, ¿cómo los padres deber reaccionar ante un panorama tan desconocido?
Para la psicóloga Kátia Lopies, el primer paso para los padres es entender que esta etapa de la adolescencia es diferente hoy en día. “Antiguamente una chica de 8 o 9 años, jugaba con muñecas, pero en nuestros días, ella está interesada en el esmalte, la ropa y los peinados. La visión de los adolescentes es mucho más madura.”
El segundo paso es inevitable, el diálogo. “Los padres deben llamar a sus hijos para hablar, explicarles lo que es ese primer amor, los pros y los contras, y hacer que el adolescente esté más cerca, como un amigo, para darle la libertad de preguntar lo que quiera. Sin embargo, atención, debe ser amigo sin dejar de ser padre, dejando bien claro que no todo lo que su hijo traiga como novedad será aceptado”, explica la psicóloga.
Kátia también destaca que es importante que los padres estén actualizados sobre lo que sucede en el mundo. “La libertad en cuanto a sexo y drogas, ellos tienen que saber cual es la información que su hijo posee, sobre todo, donde la buscó y como la obtuvo.”
Además de ser amigos y observadores, los padres deben saber participar en la vida de su hijo, para acercarlo más. “Llevarlo y traerlo de los lugares que frecuenta, conocer a sus amigos y sus padres, en fin, tener la casa siempre abierta para quienes se relacionan con su hijo.”
Es claro que un noviazgo adolescente también necesita respetar las reglas de los padres. “Es necesario hacer que sus hijos entiendan que el estudio está en primer lugar, además de colocar horarios, siempre “arreglando” con ellos, o sea, mostrarles que hay cosas que son una obligación de los padres, pero otras, del hijo, como estudiar”, apunta la psicóloga.
Orientar y no prohibir
Para ella, es importante que ese permiso limitado no sea sinónimo de prohibición. “No es simplemente decir que él no puede hacer esto o aquello, no tiene que prohibirle, sino orientarlo mostrándole las diferencias.”
Fue eso lo que sucedió en la casa de la administradora de la empresa Julia Oliveira, de 33 años, madre de la adolescente Alanna Oliveira, de 16, que estaba de novia con un chico de la misma edad. “Fue una decisión familiar y, después de que conocimos a la familia del chico, logramos llegar a la conclusión de que podemos permitir el noviazgo”, explica Julia.
Deja en claro que lidia con mucho cuidado con los noviazgos de sus hijos. “Le pido a Dios sabiduría, porque criamos a nuestros hijos bajo enseñanzas cristianas y resaltamos la importancia de la familia y la formación futura de ella. Por eso, orientamos mucho y buscamos siempre dejar en claro que existe tiempo para todo en la vida, y que las elecciones comprometerán nuestro futuro, por eso deben ser hechas luego de mucha oración.”
Alanna por su parte explica que sus padres están siempre cerca. “Mis padres no interfieren, solo orientan lo más que pueden, siempre destacando que necesitamos tener una formación y condiciones de mantener una familia. Por ese motivo, estamos buscando primero nuestra formación académica, para después constituir una familia, con las condiciones de cumplir con nuestros compromisos.”
El sufrimiento
“El noviazgo en la adolescencia es algo que no logramos prever, y sus nuevas sensaciones traen madurez, lo que puede hacer que el adolescente pase por esa etapa rápidamente.” Por eso la psicóloga recuerda que la relación puede traer sufrimiento con las discusiones y la ruptura.
En ese momento los padres deben intervenir. “Cuando notan que hay un sufrimiento, una tristeza, los padres deben mostrar otro camino, ofrecer alguna cosa para distraer, proporcionar un cambio de punto de vista. Pero no hay como evitar el dolor”, resalta Kátia.
Esa tristeza tiene lugar porque en la adolescencia todo es muy intenso. “Por eso el sufrimiento de ellos es real y muy doloroso. Quieren vivir todo profundamente, rápido, no quieren perder tiempo, dejar para mañana lo que se puede vivir ahora.”
El origen de la rebeldía
Esa intensidad de los sentimientos y el enojo pueden llevar al sufrimiento real, porque el adolescente no sabe como canalizar ese sentimiento malo. “De esa manera el empieza a buscar un culpable de todo lo que está pasando y esa culpa recae sobre los padres, hasta porque no le permitieron pasar más tiempo con su novio, o algo por el estilo y, que generó todas las peleas y la separación, por ejemplo. Para aminorar las consecuencias, el adolescente se pone rebelde, desobedeciendo, rompiendo el diálogo, deja de estudiar, entre otras cosas”, ilustra Kátia.
Un paso al futuro
Para ella, asumir un compromiso serio, siendo muy precoz, puede acarrear consecuencias a la relación con los padres en el futuro. “En caso de que haya una ruptura, el hijo podría responsabilizar a la madre o al padre por su sufrimiento, señalándolos como culpables, por no impedirle hacer lo que quería, por ejemplo. Sin embargo todo depende mucho de la dinámica de la familia, de como los hijos fueron criados y orientados.”
Julia destaca justamente esa orientación y la vivencia familiar al explicar la actitud de la hija. “Sé que ellos son novios, pero querían formalizar el compromiso. Creo que va a demorarse el casamiento, porque hay mucho que aprender, crecer y desarrollar. Yo me casé muy pronto y no me arrepentí, crecimos y maduramos. Constituimos nuestra familia con algunas dificultades, pero nada es imposible”, finaliza ella.