“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.” Gálatas 5:16-18
Tenemos que estar en espíritu, pues la carne y el espíritu se oponen entre sí y de allí es que vienen los problemas, las decepciones. Pues, cuando la persona no está en espíritu, toma actitudes en la carne y esto la lleva a cosechar los frutos de la carne.
“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. Gálatas 5: 19-21
Quizás usted piense, ¿qué tiene que ver con esto? Y realmente tiene que ver todo, porque se trata de la condenación eterna y si la persona no hereda el reino de los cielos, será condenada al infierno. Muchos piensan que al morir todo se acabó y este pensamiento es equivocado, el alma que hay en cada persona se desprende del cuerpo y ella irá al cielo o al infierno. Esta alma condenada que practicó las obras de la carne vivirá eternamente condenada, pues no tiene salvación. Si la persona tiene el Espíritu Santo debe practicar los frutos del Espíritu y llevar una vida que agrade a Dios, así como está escrito: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.”. Gálatas 5:22-26
Si somos espíritu debemos andar el Espíritu y crucificar nuestra voluntad. Usted piensa que el Señor Jesús quiso ir para la cruz, él no quería pasar por ese sacrificio, pero tuvo que ir, sacrificó su voluntad. Así sucede con cada uno de nosotros debemos sacrificar nuestra voluntad para evitar los problemas y llevar una vida que le agrade a Dios.