
El ayuno de alimentos es una práctica bíblica que fue realizada incluso por el Señor Jesús, en la época que estuvo físicamente en la Tierra.
Se trata de un acto de fe muy fuerte y especial. Pues la persona que ayuna está renunciando a saciar su necesidad humana de hambre para buscar más el Reino de los Cielos para su vida.
Cuando nosotros abrimos un ayuno de alimentos, estamos presentándonos a Dios como una ofrenda viva. Por eso, es importante que la persona realice el ayuno de manera adecuada y según los propósitos bíblicos.
De ahí la importancia de que te examines durante este período de ayuno, renunciando a una de tus horas de comida: no murmures, no reclames, no estés maximizando tus problemas (diciendo que son grandes, difíciles o imposibles) y tampoco estés diciendo comentarios negativos sobre ti o de cualquier persona. Esto no solo debe hacerse en el periodo de ayuno, sino analizarse constantemente para que estés en espíritu de oración.
Es un momento para sumergirse totalmente en la presencia de Dios.
También evita estar escuchando música secular, ver noticias o cosas que te distraigan. Durante ese lapso de ayuno (ya sea en la mañana, tarde o noche), mantente en espíritu de oración (conectado, pensando en lo que escuchaste de la Palabra de Dios, lo que aprendiste en la reunión, por ejemplo).