“Desde los 12 años me sumergí en el vicio de las drogas, empecé a consumir marihuana, perico y pastillas. Estaba involucrado en bandas y por esa razón consumía sin control. Esto trajo destrucción a mi vida, porque me volví dependiente de esto hasta para poder dormir.
Era un joven rebelde, de mal carácter y dentro de mi hogar existían muchas peleas. Recuerdo que en mi corazón existía mucho odio al punto de querer matar hasta a mi propio padre y lo intenté en tres oportunidades.
Todo era un caos, me sentía frustrado y sin esperanza, no entendía porqué tenía que pasar todo eso. La gente me señalaba y me juzgaba. En medio de toda está desesperación recibí la invitación para asistir a la Iglesia Universal, donde pude participar en el tratamiento de la cura de los vicios. Al participar sentí algo diferente en mí, fui a mi casa con paz y sentía fuerzas para continuar luchando y enfrentando los males.
Poco a poco, perseverando en las reuniones y conociendo a Dios, haciendo cosas distintas, logré salir de ese pozo en el cual me encontraba. Hoy ya no necesito drogas para sentirme bien, la agresividad, el odio y la rebeldía salieron de mi ser. Aprendí a valorar y a amar a mis padres y ahora dentro de mi hogar existe paz. Puedo dar fe que los vicios sí tienen cura, gracias a Dios.
Kleiver León