«Mi familia estaba destruida, en mi casa había muchas peleas y desunión. Tenía muchos problemas con mi hijo y esto hacía que nuestra relación se llenara de resentimiento. Recuerdo que sufría de depresión y muchas veces lo que hacía era encerrarme en el cuarto y duraba horas sin hablar con nadie, me sentía sola, sin paz y con mucha tristeza. Veía que mi hijo prefería estar en la calle en vez de la casa, era rebelde y no existía comunicación entre nosotros.
En una oportunidad en la que me encerré en mi cuarto encendí la televisión y pude ver el programa de la Iglesia Universal, me llamó la atención que el pastor había dicho que colocara un vaso con agua cerca del televisor para bendecirlo. Así lo hice y ese día dormí con paz, me sentí tranquila. Así que decidí participar en la Iglesia y buscar la ayuda de Dios.
Asistiendo y perseverando en las reuniones poco a poco fui liberada de todos los males, ya no me encerraba en el cuarto a causa de la depresión porque Dios había sacado ese mal, aprendí a compartir más con mi familia y mi hijo.
Ahora gracias a la fe, puedo decir que somos una verdadera familia, la relación con mi hijo es otra, él también me acompaña a la Iglesia y conoció al Dios vivo que hoy tengo en mi corazón, fue liberado y transformado completamente.”
María Herrera