“Antes de participar en el progreso económico, era una mujer que no tenía visión y por ende tenía una vida económica limitada y fracasada. No lograba plantearme metas ni proyectos para alcanzar. Por más que me formé académicamente, sentía que andaba sin rumbo sin tener una meta para alcanzar.
Dentro de mí existían muchos pensamientos de fracaso, en ocasiones dependía de la ayuda de los demás porque no lograba sustentarme por mí misma. Debía pedir prestado y esto me producía humillación. La situación era tan grave que hasta la ropa que usaba era prestada.
Recibí la invitación para asistir a la Iglesia Universal y empecé a participar en el progreso económico donde aprendí a usar la fe y a poner en práctica las herramientas que iba recibiendo. Mi visión se expandió, continué preparándome y logré obtener mi propia franquicia. Ahora soy una mujer con mucha confianza y determinación, ya no dependo de favores de los demás pues Dios me mostro que con Él puedo todo”.
Susana Hernández