Durante 20 años padecí muchos problemas, crecí en medio de mucha violencia y esto creó en mí nervio sismo y depresión. Mi corazón estaba lleno de odio y mi vida era el reflejo de lo que yo tenía por dentro.
Era una mujer enferma, comencé a padecer de dolores de cabeza constantes, sufrí una parálisis en la cara y en las manos. Intenté buscar ayuda en los brujos porque ya no quería el tipo de vida que llevaba y mucho menos ser una mujer enferma.
Todo empeoró, recibí los tratamientos espirituales que ellos me practicaban y las dolencias comenzaron a aumentar, incluso tenía pensamientos de quitarme la vida para terminar con el sufrimiento. Recibí una invitación a la Iglesia Universal y poco a poco noté el cambio que Dios iba obrando dentro de mí, mi rostro y mis manos se normalizaron, ya no tenía dolencias, ni dolores de cabeza, mi corazón fue libre del rencor que tenía. Ahora soy una mujer feliz, bendecida con una vida totalmente transformada, gracias a Dios.
Leira Mendoza
