El motivo por el cual muchos jóvenes día a día se hunden en el mundo de las drogas es, mayoritariamente, debido a problemas en el hogar, a esa falta de atención o afecto que sufren. Y hoy, desgraciadamente, casi todos los hogares mexicanos padecen algún tipo de conflicto capaz de desequilibrar las emociones de cualquier niño o adolescente.
Sin saberlo o quererlo, miles de padres empujan a sus hijos a buscar otra forma de «consuelo». Por tal motivo, aunque en las escuelas y en la sociedad se impulsen programas antidrogas, aun sabiendo de los perjuicios que puedan sufrir al consumir fármacos, muchos prefieren ese dolor a continuar sintiendo lo insoportable de su situación.
La realidad es que las drogas nunca fueron ni serán la salida, por eso hay que buscar intensamente el equilibrio en el hogar, para que las familias no continúen caminando hacia ese abismo tan difícil de superar. El poder de Dios es infinito, y quien confía en Él puede lograrlo todo, incluso rescatar a sus seres queridos. Sin Dios resultará casi imposible tener un pedazo de cielo en el hogar. Está escrito que «si el Señor no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Dios no guardare la ciudad, en vano vela la guardia […]» (Salmos 127:1).
