Cuando la madre da a luz a un hijo, ella sabe que en los próximos años de su vida ella tendrá que hacer todo para su hijo. Ella hará sus decisiones, lo bañará, lo vestirá, y todo lo demás que el pequeño no logra hacer por su propia cuenta.
A medida que el hijo se va desarrollando, llegará el momento de que se tornará más independiente. Él será capaz, entonces, de hacer casi todas las cosas sin la ayuda de nadie, y hasta que él salga de la casa de sus padres siempre existirá un grado de dependencia.
De la misma forma, existen cosas que Dios quiere que hagamos por nosotros mismos. Y no importa cuánto usted pida para que Él intervenga, Él no lo hará porque le cabe a usted completar ciertas tareas.
Pero existen momentos en que llegamos a un límite. Existen situaciones que son imposibles y que por más que lo intentemos, por nuestra propia fuerza, aquella montaña no se mueve.
Y en esa altura es que tenemos que clamar a Dios para que todos los problemas caigan por tierra. Cuando tenemos delante de nosotros un problema imposible donde ya intentamos todo para resolver y nada funciono, solo resta una solución- Sacrificio.
Piense en esto como una última arma de guerra que ningún enemigo puede resistir. El sacrifico es la puerta entre lo posible y lo imposible.
Hay momentos en los cuales, nosotros decimos, «porque Dios no me cambia en esto o aquello» eso es porque somos nosotros que tenemos que buscar cambiar y luchar por hacerlo, pero hay momentos que la situación se torna insoportable e imposible y de verdad que solo con el sacrificio saldremos de ella. Dios siempre nos da la salida hasta para el problema mas difícil que tengamos.