En la actualidad, reunir a toda la familia en un solo ambiente se ha convertido en algo difícil, una realidad que está volviéndose cada vez más lejana por razones sociales y económicas.
Las personas han priorizado más su profesión. Y en detrimento de esto, termina depreciando a la familia, invirtiendo totalmente los valores enseñados.
Cuando los problemas surgen, incluso tratan de hacer algo por los hijos que se involucraron con las drogas, por ejemplo, o reavivar la relación con el cónyuge, que se había enfriado. Pero no sirve de nada, pues es necesaria la acción del Espíritu Santo.
La Palabra de Dios dice:
“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” Juan 16:7-8.
Este es el papel del Espíritu Santo, de convencer al pecador de su error.
La pareja Eduardo y Eliana Lemes pasó por muchos conflictos. Eliana dice que Eduardo pasaba las noches en bares y la dejaba en casa. Él paso a depender de los calmantes para dormir y el matrimonio no resistió a los problemas.
Lejos de su marido, Eliana conoció un testigo de quien había cambiado de vida asistiendo a la iglesia Universal y decidió también recurrir a Dios. Al llegar a la iglesia, ella aprendió que sólo el poder de la fe podría cambiar su vida y la historia de ella y de Eduardo cambió.