A todos les gusta el perfume de las flores, pero pocos quieren tomarse la molestia de cultivarlas. Si tuviésemos el coraje y la iniciativa para cultivar una semillita, tendriamos sin duda como resultado un jardín fragante.
Somos como flores en el jardín de Dios, debemos cultivar Su esencia en nosotras y jamás dejaremos de exhalar Su perfume.
“El Señor te guiará siempre; te saciará en tierras resecas, y fortalecerá tus huesos.
Serás como jardín bien regado, como manantial cuyas aguas no se agotan.” Isaías.58: 11
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