Ella es tu enemiga

mujerdeguerra

Cuando se comienza una guerra, todo lo que se quiere es ganar la guerra, ¿no es cierto? Ahora, imagina el momento en que tu enemigo está herido, sin alimento, prácticamente listo para morir, lo que significaría la victoria para ti, y tú cesas el fuego, sales corriendo al lado de tu enemigo, con comida y un kit de primeros auxilios, y comienzas a cuidarlo, para que se recupere y venga contra ti de nuevo. Eso no tiene sentido, ¿no es cierto?

Pero esto es lo que muchos hacen con su carne. En el momento en que la carne está herida, en vez de acabar con ella, muchos la alimentan y la fortalecen de nuevo, para que vuelva a atacar. Esto sucede porque muchos no ven a su carne como a un enemigo. Pero mira lo que dice la Biblia:

“Vivan por el Espíritu, y de ningún modo satisfagan los deseos de la carne. Pues la carne desea lo que es contrario al Espíritu; y el Espíritu lo que es contra la carne. De manera que están en conflicto uno con el otro…”

Esto quiere decir que todo lo que tu carne desea es contrario al Espíritu de Dios, o mejor dicho, tu carne desea llevarte al infierno. No tienes un enemigo mayor que tu carne. Entonces, ¿por qué agradarla? Pues, cada vez que agradas y confortas tu carne, principalmente cuando está herida, estás ayudando a un enemigo a levantarse para atacar de nuevo. El momento en que la carne está herida es momento de matarla de una vez por todas. ¿Cómo? Negando su voluntad.

¿Qué has hecho que ha agradado a tu carne?  Tal vez no hayas hecho nada grave, como mentir o adulterar, o algo similar. Pero, tal vez, muchas veces has agradado a la carne – durmiendo más de lo necesario, siendo intolerante con los demás, estando a la defensiva, etc. Tal vez me preguntes: “ ¿dormir demás me llevará al infierno?”

No. Pero, tu disciplina resultará afectada cada vez que agrades tu carne. Como la Biblia dice, de NINGUN modo debemos satisfacer los deseos de la carne, pues eso se hará costumbre. No fue pecado para el Rey David quedarse en el palacio y rehusarse a ir a la guerra, pero aquella decisión de agradar su carne lo llevó a matar.

Tu carne es tu enemiga. ¡Cuidado con ella!

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