Treinta, cuarenta años y aún continúa dependiendo del padre o de la madre para tomar alguna decisión. Eso no responde a un comportamiento atípico, sino muy común que puede observarse en varias personas. El problema es que esta dependencia emocional crea un adulto incapaz de tomar una decisión solo.
Según el consultor de Gestión de Personas, Eduardo Ferraz, licenciado en neurociencia del comportamiento, esta dependencia es el resultado de cómo la persona fue educada en la infancia. “Cuando los padres protegen demás al hijo, inconscientemente generan una dependencia emocional. Eso sucede cuando, por ejemplo, al defender al hijo en alguna pelea del colegio, aún cuando él está equivocado o cuando hacen las tareas por él. Probablemente, ese niño será un adulto incapaz de tomar una decisión solo o pensará que puede hacer todo, inclusive faltarle el respeto a las personas”, explica.
El problema de todo esto es que, tanto la persona que causa la dependencia como el dependiente, no logran desenmarañarse uno del otro. “Es un círculo vicioso. La persona aprecia ser comandada y necesita del aval del otro, que como señal, necesita de él para sentir que puede comandar a alguien. Lo peor es que todo eso es natural, las personas implicadas no lo perciben”, cuenta Eduardo.
Para que este ciclo se quiebre, es necesario que una de las partes reconozca esta dependencia y quiera cambiar la situación. “Siempre digo que todo en la vida tiene un precio y aprendemos por amor o por dolor. En este caso, por el amor es cuando se percibe naturalmente, y por el sufrimiento es cuando comienzan a surgir problemas de depresión y bipolaridad”, especifica Eduardo Ferraz.
Él alerta también que la persona transfiere esta dependencia a la vida profesional, personal y sentimental. “No logra relacionarse, porque no sabe hacer nada sola, sin el consentimiento del otro”, explica.
El consultor también afirma que es complicado alertar a la persona sobre esta dependencia. “Aparentemente, no es enfermizo y generalmente no va a admitirlo y dirá que es normal, que es una demonstración de cariño. La persona tiene que percibir sola y buscar el autoconocimiento por medio de libros o buscar ayuda profesional”, aconseja.
Cuando la persona llega a la fase del reconocimiento de esta dependencia, el primer paso es ponerle límites al otro. “Cariño es una cosa, dependencia emocional es otra y es mala. Hay padres que usan una enfermedad como muleta para controlar la vida del hijo. A este hijo le toca poner límites y demostrar el amor, independiente de cualquier cosa. Cuando se descubren las causas, los efectos disminuyen”, finaliza Eduardo Ferraz.