El hombre es la cabeza, pero la mujer es el corazón.
Los dos son igualmente considerados por Dios; sin embargo, el Señor coloco sobre el hombre la responsabilidad de dirigir la familia. Por eso la mujer debe someterse al él, que, a su vez, tiene el deber de amarla.
El hombre puede tener el perfil de fuerza, garra, coraje, poder y virilidad, pero cuando está en los brazos de una mujer, se comporta como si fuese un niño indefenso, pues solo ella está dotada de poder para hacerlo feliz en la Tierra.
Él sin ella es como un hombre con una sola pierna, si llegara a sustituirla, es como si cambiase la pierna natural por una mecánica. El hombre no sólo precisa de la mujer, depende de ella. Fueron creados uno para el otro, por eso mantienen una independencia, completándose en el matrimonio.
La mujer fue creada con la finalidad específica de auxiliar al hombre en la procreación, en la educación de los hijos y en la administración de la casa, además de aspectos afectivos.
No es bueno que el hombre este solo le hare ayuda idónea para él (Génesis 2:18)
Por: Obispo Edir Macedo
