Juan 12: Fuego, leña y dinero

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Ya al comienzo del capítulo, Jesús vuelve nuevamente a Betania, ciudad donde los eventos del capítulo anterior sucedieron. Al final del once, después de resucitar a Lázaro y de generar otra conmoción en la ciudad, Él Se retiró hacia Efraím, región central y montañosa de Israel, de difícil acceso, aproximadamente a 40 kilómetros al norte de Jerusalén. Estuvo allá durante un tiempo con Sus discípulos, visto que los líderes judíos a esa altura ya estaban planeando Su muerte y andaban buscándolo.

Lo que observé fue que esa actitud de Jesús era un patrón. Él venía y causaba algún alboroto (aunque fuese sin querer); cuando las cosas se complicaban y los judíos intentaban apresarlo o matarlo, Él Se retiraba hacia algún lugar distante y dejaba que las cosas se enfriaran durante un tiempo. Claro, mientras tanto seguía trabajando. Después, volvía nuevamente. Aun en este capítulo, Lo vemos haciendo esto (v. 36).

Es importante a veces que “nos retiremos” del medio de la agitación para que recobremos nuestras fuerzas, ajustemos nuestro foco, proyectemos nuestro próximo paso. Podríamos llamar a este patrón: “cortar leña, quemar leña”. Hay un momento de afilar el machete y cortar la leña. Y hay un momento de hacer una hoguera. Después de que el fuego baje, necesitamos cortar más leña… Y así, tanto el cortar leña como el quemar leña nos mantiene en acción. Es el ejercicio de la inteligencia y de la fe, de la prudencia y de la acción.

En su vida ahora, ¿es momento de cortar leña o de encender el fuego?

Otro evento digno de ser comentado fue la reacción de Judas ante la actitud de María de “desperdiciar” ese carísimo perfume a los pies de Jesús. Trescientas monedas de plata equivalían a trescientos días de labor de un trabajador común. En el valor del actual salario mínimo en Latinoamérica, eso serían US$ 3.700.

Note que Judas, más tarde, vendió al Señor Jesús por solo el diez por ciento de ese valor, o treinta monedas de plata. Ese era el valor de Jesús para él. No es de sorprender que haya quedado horrorizado con la ofrenda de María.

El tema del dinero y de las ofrendas siempre será un divisor de personas y opiniones. Sucede porque existen pocas cosas que movilicen más al ser humano que el dinero.

Para unos, los diezmos y las ofrendas son un absurdo, un robo, una explotación, un desperdicio. Para otros, son dignas expresiones de fe, de gratitud y amor por las bendiciones impagables de Dios.

Las personas del tipo Judas están siempre pensando en qué podrían hacer con X cantidad de dinero para sí. Las personas del tipo María están siempre pensando en qué más podrían darle a Jesús, que represente su entrega personal.

Así como el dinero fue el lazo y el fin de Judas, también lo ha sido para mucha gente.

Por otro lado, para otros, el desprenderse de las cosas materiales ha sido el comienzo de una nueva vida.

Sepa cómo participar del propósito de Juan

Obispo Renato Cardoso

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