Hubo hombres que Dios usó en el pasado que tenían un carácter excelente. Es el caso de Noé. La Biblia dice que era un hombre justo e integro delante de los hombres de su época y andaba con Dios. Por ese motivo fue escogido y salvo por Dios, así como toda su familia.
También Abraham fue uno de los escogidos. Oriundo de los semitas, de uno de los hijos de Noé llamado Sem, fue justificado y bendecido por causa de su fe. Esto prueba que el hombre no es salvo por sus buenas obras, pues si no acepta a Jesús como único Señor y Salvador, sus buenas obras de caridad no podrán justificarlo delante de Dios, ni delante de la fe en el Señor Jesús. Es por oír la Palabra de Dios y practicarla que nosotros somos justificados delante de Dios.
Vea que los hombres usados por Dios fueron justificados y bendecidos por la fe y no por las obras, por más que sean una consecuencia del nuevo carácter, que Dios nos concede cuando aceptamos a Jesús en nuestro corazón.
La Iglesia Universal del Reino de Dios hace una obra maravillosa, por medio de obras sociales, pero estas no justifican para la salvación, y sí la fe en el Dios Vivo, que es la base del cristianismo. Mientras que hubo un hombre que por más que heredase la bendición de Abraham, tuvo actitudes equivocadas.
Ese hombre fue Jacob, que negoció con su hermano Esaú un plato de lentejas a cambio de la primogenitura. Hasta a su padre, Isaac, que estaba ciego, engañó, haciéndose pasar por Esaú. Jacob significa usurpador, engañador, el que saca ventaja de la debilidad ajena.
Observe que ambos se equivocaron. Jacob porque tomó lo que no le pertenecía, y Esaú despreció la bendición. “Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom. Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura.”, (Génesis 25:29-34).
Ese es el error de muchas personas que se dicen cristianas, pero no se comportan como tales, pues aún se entregan a las concupiscencias de los ojos y del corazón, no importa si eso que desean contraría la voluntad de Dios. Por eso, muchas están caídas, postradas, desanimadas, frías en la fe, porque han despreciado la bendición espiritual, para aferrarse a las bendiciones materiales.
Esaú despreció lo que era más importante en su vida, y su hermano, Jacob, aprovechandose se apropió ilícitamente de esa bendición. En todo lo que Jacob ponía sus manos, prosperaba, aún así, ganó y padeció, su vida estuvo marcada por las derrotas espirituales, por causa de su mal carácter.
Para casarse con Raquel, la joven que él amaba, trabajó siete años, y el día del casamiento, su suegro le dio a la hermana mayor, Lea, como era la costumbre de la época. Por Raquel trabajó siete años más. Así como engañó a su padre, fue engañado por su suegro.
Si queremos cosechar buenos frutos mañana, debemos plantar buenas semillas hoy. Esto es una ley fija y Dios no va a pasarla por encima. Vea que Jacob poseía la bendición de Abraham y de Isaac, pero aún así padeció. Solamente después que él luchó con Dios, no solo su carácter fue transformado como también tuvo un cambio de nombre de Jacob a Israel.
Solo cuando hay un cambio verdadero en la vida del cristiano es que pasa a resplandecer la gloria de Dios en él. Después del bautismo con el Espíritu Santo hay una transformación de carácter que pasa a ser de acuerdo con el de Dios. Él no obliga a nadie a someterse a Su voluntad y, aun habiendo sido bautizada, la persona puede entregarse nuevamente a las concupiscencias y hacer cosas que desagradan a Dios.
Solamente caerá en la fe si quiere, porque el Espíritu Santo pasa a formar parte de su vida, incluso en el momento de la tentación. Él estimula la mente de las personas, les muestra las consecuencias graves, y ella solo cae, conscientemente, por el deseo maligno de su propio corazón.