
«Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto meditad.» (Filipenses 4:8). Todos deben andar en espíritu y pensar en las cosas de Dios, como el apóstol Pablo enseña en este pasaje.
El Espíritu Santo es el Espíritu de la verdad. Entonces, ¿cómo una persona puede decir que Lo tiene, si ella vive en la impureza, en la mentira, en el engaño y en la traición? Aunque muchas personas conozcan la Biblia, ellas viven en el pecado y sus pensamientos no son puros.
Medita en: ¡El Padre nuestro nos da el pan nuestro de cada día!
Es necesario entender que existe una diferencia enorme entre los que mantienen los pensamientos en las cosas divinas de los que mantienen los pensamientos en las cosas terrenales. Cuando una persona vive de acuerdo con los pensamientos de Dios, hasta el hecho de que ella limpie su nariz con un pañuelo y lo eche en un bote de basura es pecado para ella. Entonces, ella no cometerá transgresiones, como mentiras, engaños, envidias, codicias y malicias, por ejemplo.
Es una guerra mantener los pensamientos conforme a los pensamientos de Dios, porque la persona tiene que librar una batalla entre lo que su mente piensa y lo que su corazón desea. Pero quien vive en el pecado no pasa por esa guerra, porque ya sabe que le gusta satisfacer su corazón. En cambio, quien vive en la verdad, busca agradar al Señor y tener una vida de paz y justa. La persona que tiene el Espíritu Santo tiene tranquilidad y no se entrega a las dudas. Ella vive luchas, pero su conciencia está en paz con Dios.