Nuestro hogar es el único lugar en el mundo donde sus miembros se aman y se respetan mutuamente por vivir dentro del contexto de la palabra. Ella hace posible la convivencia dentro del parámetro disciplinario del Reino de Dios.
Si fuera del hogar no hay respeto y tenemos que enfrentar situaciones desagradables, injusticias, persecuciones, calumnias, por lo menos dentro de casa tenemos como rehacer nuestras fuerzas en la comunión con una familia de Dios.
Nuestro hogar pasa a ser un pedacito de cielo aquí en la tierra. Nuestra familia se transforma en un abrigo físico de la fe que tenemos en el corazón. La familia constituida bajo la presencia de Dios es la llave de la felicidad. Podríamos ir más allá, la felicidad humana está asentada en estos tres pilares.
Es imposible no ser feliz si nos basamos en estos tres puntos. El salmo 128 se refiere a la felicidad humana enfocando justamente estos tres ítems:
1- “ Bienaventurado todo aquel que teme al Señor” (Salmo 128:1) – la fe en Dios.
2- “Que anda en su caminos” ( Salmo 128:1) – la palabra de Dios como regla de fe y vida
3- “Tu mujer será como vid que lleva frutos a los lados de tu casa; tus hijos como planta de olivo alrededor de tu mesa” (Salmo 128:3) – la familia dada por Dios.
El hombre que teme al Señor tiene una familia constituida según Su voluntad, pues el Señor conoce perfectamente a su otra mitad y no se equivoca cuando los une. “¡Así será bendecido el hombre que teme al Señor!” (Salmo 128:4)
Cuando Dios hiso al hombre a su imagen y semejanza, le dijo: “No es bueno que hombre esté solo: le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18), o sea una persona que lo auxilie. Y para estar en condiciones de auxiliarlo, es necesario someterse.
Naturalmente, la mujer es la otra mitad del marido. Él solamente puede andar con sus dos piernas si tiene a su esposa auxiliadora a su lado; de lo contrario, él será incompleto.
Si la mujer asume el papel de auxiliadora, y él marido la ama como el Señor lo hace con Su Iglesia, entonces habrá permanentemente paz entre ellos, como está escrito “Maridos, amad a vuestras mujeres así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó así mismo por ella”. (Efesios 5:25)
La relación entre el marido y la mujer, cuando se hace en la base de la fe, es la cosa más importante en la formación de una familia. Si ellos viven en perfecta comunión con Dios, también vivirán el uno con el otro, y sus hijos también serán de Dios.