Un profesor todas las tardes al terminar sus clases explicaba siempre una parábola para sus alumnos, pero los alumnos no siempre entendían el sentido de la misma…
– Profesor, disculpe que lo interrumpa – lo encaró uno de ellos una tarde. Usted nos cuenta muchas parábolas pero nunca nos dice sus significados.
– Pido perdón por eso. – Se disculpó el profesor – Permíteme que en señal de reparación te lleve a tu casa en mi coche.
– Gracias profesor.- respondió, halagado, el alumno
– Me gustaría, para recompensar mi error, abrirte la puerta del coche y subirte al auto. ¿Me permites?
– Sí. Muchas gracias – dijo el alumno.
– ¿Te gustaría que, ya que estoy aquí cerca de ti colocarte el cinturón de seguridad para que te sea más cómodo?…
– Me encantaría… Pero no quisiera abusar de su hospitalidad…
– No es un abuso si yo me ofrecí a llevarte entonces quiero hacer con que te sientas bien…
Después de media hora el profesor dejó el alumno en la puerta de su casa y allí está la madre del chico esperándole.
La madre agradeció al profesor por haber llevado a su pequeño a casa y le invitó a que pasara a merendar con ellos. El profesor aceptó.
Cuando el alumno iba a empezar a comer sus galletas, el profesor le pregunta: – – – ¿Te gustaría que yo la comiera por ti y luego te diga a que saben?…
– NO, profe, quiero sentir yo mismo el sabor de ellas, respondió el alumno sorprendido y algo molesto.
El maestro hizo una pausa y dijo:
– Si yo les explicara el sentido de cada parábola sería como si yo comiera tus galletas y luego te dijera a que saben.
Cuando tú vives tus propias experiencias, es mucho mejor que cuando alguien te las cuenta, tus propias experiencias te ayudarán a capacitarte y a madurar cada vez más.