Los autores de la Biblia escribían sus libros de acuerdo con el padrón cultural de sus épocas. Las familias, en su constitución y cultura, seguían los mismos padrones.
Las familias bíblicas cambiaron poco a lo largo de los libros de la Palabra Sagrada, aunque existan algunas diferencias entre el Antiguo y el nuevo Testamento. En el primero, el pueblo hebreo, la mayor parte del tiempo, era nómade. En el segundo, la mayoría ya estaba establecida en moradas fijas, en la ciudad o en el campo. Aún así, podemos ver diferencias importantes entre los núcleos familiares de aquella época y los de la nuestra.
El primer grupo social creado por Dios fue la familia, en la figura de la pareja de Adán y Eva, que se unieron para comenzar su descendencia. El sentido familiar de las personas del Antiguo y del Nuevo Testamento era fuerte, en una unión, con normas, armoniosa, pues los roles de cada miembro estaban bien definidos. Bien cumplidos, generaban armonía, unión. Mal observados, llevaban a la ruina.
Creciendo y aprendiendo
En aquella época la infancia era breve. Mientras los bebés permanecían con la madre, los niños más crecidos jugaban juntos. Era normal que una pareja tuviera muchos hijos en una época en la que Dios les ordenaba “creced y multiplicaos”. El pueblo estaba en formación, había que habitar la Tierra, y se necesitaban personas para eso. Era comprensible que, en la época, tener muchos hijos fuera visto como una gran bendición. Una época diferente, un mundo diferente, aún con mucho espacio para ocupar, sin los inmensos grupos poblacionales de la actualidad.
Los trabajos domésticos e incluso de ayuda en la actividad profesional del padre estaban naturalmente integrados a lo cotidiano. Los chicos jugaban y estudiaban, pero también tenían otras tareas. Los varones ayudaban en la caza, en la recolección de leña, en el cuidado del ganado o con la labranza de la tierra. Las niñas ayudaban a su madre en la cocina y a cuidar a los hermanos menores, así como también buscaban agua en las fuentes y aprendían a tejer y a coser.
La adolescencia es un fenómeno más presente en nuestros días, pero era relativamente desconocido en los tiempos bíblicos. Una persona dejaba de ser niño para convertirse en un joven adulto, y no con la fase adolescente marcada como hoy. Involucrados en el papel familiar desde temprano, asumían papeles importantes. La escuela aparecía en la vida de todos a partir de los 7 años, en los campamentos. Después, en el período del nuevo testamento, generalmente la institución de enseñanza se ubicaba en la sinagogas o en un predio propio, en el que normalmente vivía el profesor. La educación formal superior a la escuela, que equivaldría a nuestra escuela secundaria, estaba a cargo de los rabinos y escribas.
El matrimonio llegaba temprano, generalmente arreglado entre las familias de los cónyuges. Eran comunes los matrimonios entre un hombre y sólo una mujer, pero también, en algunos casos, se le permitía al marido tener concubinas (hasta esclavas) con las que podía tener hijos. Dependiendo de la familia, se le preguntaba a los jóvenes si aprobaban la unión. El noviazgo se daba un año antes del casamiento y era visto como un contrato formal. La novia le pertenecía al novio. Él, a su vez, quedaba exento del servicio militar por un año después del casamiento formal. Básicamente, el marido cuidaba de la esposa, que lo auxiliaba. Ambos cuidaban de los hijos.
Fuente: arcauniversal.com.ar