Muchas personas están de acuerdo con la Palabra de Dios, pero no la aplican en su vida diaria, entonces nada cambia. Sepa que estar de acuerdo no es suficiente.
Estaba aconsejando a alguien, cuando me di cuenta que mis palabras no tenían ningún significado para esa persona, ella simplemente no parecía oír nada de lo que le decía.
Me sentí como si estuviera hablando sola, ya que no importaba cuántas palabras de aliento y fe le dijese, ella siempre volvía hablando de la misma historia que me había contado anteriormente, y me dio la impresión de que ella sentía cierto placer en hablar de sus problemas, y decirme lo difícil que era su vida, y lo mucho que sufría cada día, que estaba deprimida y que no podía tomar ninguna decisión que pudiese cambiar su situación. Y continuaba diciendo cosas como:
«Nada bueno me sucede.»
«Nunca voy a tener éxito en nada.»
«Yo no tengo condiciones. No puedo hacer eso. »
«Nunca voy a salir de este caos que es mi vida.»
¿Usted ya se detuvo a pensar en las palabras que dice? ¡Cuidado! Porque ellas se pueden convertir en profecías cumplidas por sí solas.
Si usted permite que sus pensamientos le destruyan y luego creen ideas negativas a través de sus palabras, sus acciones harán lo mismo. Por eso tenemos que ser extremadamente cuidadosos con lo que pensamos y especialmente con lo que hablamos. Nuestras palabras tienen poder, y nos guste o no, daremos vida a lo que estamos diciendo, sea bueno o malo.
Las palabras son como semillas. Ellas echan raíces, crecen, dan frutos del mismo tipo. Por esta razón, no debemos hablar palabras de derrota y fracaso y aun esperar que tengamos una vida exitosa.
Lo que usted diga, en medio de sus dificultades tendrá un gran impacto en relación al tiempo en que usted se quedará en esta situación.
En lugar de hablar con Dios acerca de lo grande que son sus montañas, ¡comience a hablar con sus montañas sobre cuan grande es su Dios!
Fuente: http://marciapaulo-botswana.blogspot.com