Debido a los problemas familiares que existían en mi hogar, me ocasionaban mucho odio y tristeza.
Todo esto me indujo al vicio del alcohol, recuerdo que mi cuarto era mi refugio y pasaba horas alli llorando intentando desahogar aquello que sentía dentro de mí.
El hecho de no vivir en paz y no tener una familia restaurada me hacía vivir de mal carácter y maltratando a otras personas.
Al llegar a la Universal y comenzar a participar en las reuniones de liberación, poco a poco siendo constante logré ser libre de todos los males.
Ya no sentía el deseo de consumir alcohol ni de fumar, en casa terminaron las peleas y comenzó abrirse la comunicación. Mi carácter también fue moldeado y gracias a Dios ya hoy soy otra persona dejé el rencor, ya no tengo odio, aprendí amar a mis padres y a llevar una buena relación con ellos, puedo decir que hoy estamos bendecidos y felices gracias a la fe y a la transformación que Dios hizo en mi corazón.
Emily Fernández