Muchas personas vienen a la Iglesia, oyen la Palabra de Dios y toman conocimiento de los innumerables casos verídicos que comprueban la veracidad de Su Palabra.
Pero, al atender a tales testimonios, muchos preguntan: “Entonces, si Dios ha visto mi sufrimiento y escuchado mi clamor, ¿por qué todavía no descendió sobre mi vida?” Pues bien, en verdad, somos nosotros quienes debemos subir hasta dónde Dios baja, o sea, hasta el altar.
Siendo el sacrificio, además de Dios, la única fuerza del Universo que no falla. Sin embargo, Dios sólo desciende en la vida de aquellos que quieren subir de vida. Entonces, ¿qué impide a una persona subir, de ir hasta Dios, en favor de la realización de su sueño? ¿Por qué Dios todavía no descendió sobre tu vida? ¡Porque la persona todavía no subió!
Hay que prestar atención al peso espiritual que impide a innumerables personas subir, lo cual viene, principalmente, por: Miedo, Duda, Egoísmo y Acomodación. La primera carga que impide al ser humano de subir y de ver a Dios, aún sabiendo que Él vino, que oye nuestro clamor y que tiene poder para realizar nuestro sueño, es el Miedo. Este, por otro lado, genera Duda. Luego, el egoísmo reside en el hecho de la persona estar muy apegada a algo, lo que la lleva a querer que Dios le responda sin que tenga que dejar algo. Sólo que esta persona no podrá conocer nada nuevo sin que esté dispuesta, primero, a deshacerse de lo “viejo”. Y la Acomodación se refiere al hecho de la persona habituarse a la esclavitud y de resignarse a vivir una vida sin realización. Por eso, mientras que esta persona no se desprenda de este “peso”, nunca conseguirá que Dios descienda y responda su clamor.
¿Cuántos testimonios hemos visto ya en la Universal? Una verdadera nube de testimonios, probando, pues, que Dios responde al clamor, cuando este va a acompañado del sacrificio. Tenemos, entonces, que mirar a los ejemplos que nos rodean y no para los que están “afuera”, pues allí están los caídos, los que están en las sectas y en las religiones, que así están porque no tuvieron la oportunidad que tú y yo tenemos de ver esta multitud de testimonios. Al final, Dios da la recompensa de acuerdo a la acción de la fe de cada uno, por eso, es imprescindible que esta persona se deshaga de todo peso. En esta carrera de la vida sólo gana quien llega hasta el final, con los sueños realizados. Hay que correr sin desanimarse, pues muchos, han mirado a los demás y hasta se han sentido frustrados porque ven que otros se sintieron ya realizados antes que ellos.
“… puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de El soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios.” (Hebreos 12.2). Cristo no desistió a causa del sacrificio y soportó, también, la humillación. Además, todo aquel que sacrifica pasa por humillaciones, pero hoy Él está sentado a la diestra de Dios. ¿Y tú? ¿Dónde quieres estar sentado? ¿A dónde quieres llegar?
Fuente: juliofreitas.com