«Desde los 15 años me induje en el vicio del alcohol y esto trajo a mi vida muchos problemas. En mi casa había muchas peleas, recuerdo que agredía a mis hermanos y no le daba sosiego a mi madre.
Esto hizo que perdiera el respeto incluso hasta de mis propios vecinos que me decían loco, porque el alcohol me hacía ser un hombre violento.
Mi madre llegó a la Iglesia Universal y comenzó a orar por mí, me hizo la invitación y al participar reconocí que necesitaba de Dios. Poco a poco fui libre de todos los males, ya no tengo el vacío que sentía y que me hacía refugiarme en el licor. Ahora tengo paz, armonía y una buena relación con mi familia, gracias a Dios.»
Ángel Santamaría