Dios no reveló Su nombre cuando llamó a Abraham. Apenas le mandó dejar su tierra, su parentela y la casa de sus padres para ir hacia una tierra distante. La obediencia incondicional de Abraham dio origen a una sociedad que, más tarde, vendría a establecer un referente del Único y Verdadero Dios: el Dios de Abraham.
En la llamada de Moisés no hubo las mismas características de la de Abraham. El resistió la convocatoria. Y uno de los pretextos fue querer saber el Nombre de Dios. Pero el Señor Se identificó diciendo Yo soy el que Soy. Esto es, que Él no reveló Su Nombre. Esa frase Lo identifica como Autoexistente, Eterno.
En el manuscrito original, la frase Yo soy el que Soy es llamada de tetragramaton –palabra formada por el conjunto de cuatro consonantes: YHWH, en hebreo y JHVH en la lengua española.
Ante la imposibilidad de pronunciar tal Nombre, en el quinto o sexto siglo después de Cristo, un monje católico agregó las vocales e, o, a. Y desde entonces, se tornó Jehová. Lo mismo sucedió con la lengua hebrea: Jahve. Tal cambio modificó el sentido original e hizo nacer el nombre de más de un dios – Verdadera herejía, del punto de vista de mí fe. Me rehúso a aceptarlos.
Pero el hecho es que hasta el nacimiento de Jesús ningún patriarca, profeta o líder espiritual de Israel, por mas santo e íntimo de Dios, recibió la revelación del Nombre de Dios. ¡Incluso ni Noé, Job o Daniel! (Ezequiel 14:14,20)