Creo que ya está más que probado, testeado y establecido que el matrimonio no es fácil. Es fácil casarse, pero permanecer casado no es así de simple. En algunos lugares, el índice de fracaso es casi del 60%.
Por lo tanto, no es necesario argumentar sobre ese punto. Los innumerables divorcios y parejas que permanecen juntas pero son infelices están ahí para confirmar mi tesis.
El matrimonio, aún cuando todos los factores más importantes están alineados entre la pareja, es difícil. Cuando la cultura de los dos es semejante; el nivel intelectual es compatible; los objetivos son comunes; las edades (madurez) son cercanas; la crianza de cada uno no genera grandes conflictos; las creencias religiosas son iguales… Aún así, la pareja está destinada a enfrentar dificultades inherentes a la convivencia de a dos.
Lo que me espanta es que muchas personas aún quieren complicarlo, dificultar aún más una cosa que ya es difícil por naturaleza.
Para ellas, no basta casarse con alguien que es solo diferente en el sentido natural. Uno es hombre, el otro el mujer. A uno le gusta la playa, al otro el campo. No, eso no basta. Ellas quieren algo más difícil, más desafiante.
Quieren casarse con alguien con una cultura totalmente diferente y opuesta a la de ellas. Quieren casarse con alguien que tiene prácticamente la edad de ser madre, padre o hijo/a de ellas. Quieren casarse con una persona de una fe totalmente diferente a la de ellas. Quieren ser madres de un equipo de fútbol, pero casándose con alguien a quien no le gustan los niños.
En fin, quieren complicarlo, no simplificarlo.
Y adivine qué logran. Acertó. Complicaciones.
Claro que hay excepciones. Ya puedo ver los comentarios: “Pero mi marido/esposa y yo somos muy diferentes y somos felices, logramos superar nuestras diferencias.”
Felicidades a ustedes, en esta fecha querida. No estoy diciendo que las excepciones no suceden, ni que sea imposible que los matrimonios complicados terminen bien. Pero le pregunto: si usted tuviera que hacerse una operación delicada con un médico cuyo índice de éxito es de apenas un 10%, o sea, el 90% de sus pacientes terminan muertos, ¿usted se sometería?
Mi amigo y amiga que están solteros:
Cuando esté por elegir a alguien para casarse, use su mente por encima de su corazón. Si usted fuese a dejar que su corazón elija, este no va a pensar en las consecuencias. Va a elegir a alguien que le haga sentir bien hoy, ahora. No quiere saber del mañana. Por eso las personas se casan y se separan después. Porque se casaron por decisión del corazón, no de la mente.
Si usted elije con su mente, analizará bien la situación de la persona antes de permitir que su corazón se involucre con ella sentimentalmente.
Quien elije con la mente, alegra al corazón y se ahorra el dolor para los dos más adelante. Quien elige con el corazón, tendrá alegría temporaria pero dolor de cabeza (y de corazón) por mucho tiempo.
Si usted aún puede elegir, simplifique, no lo complique.