Toda su vida había sido de victorias;
Aun a costa de engaños, conquistó…
Conquistó el derecho de la primogenitura,
Conquistó la familia y, finalmente,
Conquistó el éxito económico.
Pero, a cada paso, su interior se deterioraba.
La semilla del mal carácter, silenciosamente, crecía.
Como la mayoría, creía que el poder económico compensaría las fallas.
Al final de cuentas, saldría libre y victorioso.
Pero no fue así.
Llegó el día de rendir cuentas.
Esaú venía a su encuentro acompañado por 400 hombres de guerra.
A Jacob le sería imposible huir.
¿Con qué enfrentarlo?
¿Con mujeres, niños y animales?
¿Con dinero, oro y riquezas?
¿De qué le servirían las conquistas ahora?
Él tuvo mucho miedo.
Miedo de morir. Génesis 32:7
Clamó al Dios del abuelo y del padre,
Líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo; no venga acaso y me hiera la madre con los hijos. Génesis 32:11
Pero el pavor de la muerte lo perseguía.
Como si hubiera llegado la hora de morir, la manera fue deshacerse de todo.
Y se levantó aquella noche, y tomó sus dos mujeres, y sus dos siervas, y sus once hijos, y pasó el vado de Jaboc. Los tomó, pues, e hizo pasar el arroyo a ellos y a todo lo que tenía. Así se quedó Jacob solo… Génesis 32:22-24
Cuando se quedó solo y en la dependencia de Dios, El Hombre (Jesús) se le apareció y lo transformó en la propia bendición, a ejemplo de su abuelo.
Él llamó a aquel lugar Peniel, porque
Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma… Génesis 32:30