Al despertar esta mañana luego me encontré con la antigua y famosa lucha que todas enfrentamos diariamente, la voluntad de la carne contra la voluntad del Espíritu.
Estos son pequeños ejemplos, pero creo que le ayudarán a entender mejor lo que significa ser espiritual.
Todo comenzó al abrir los ojos. Mi cuerpo estaba cansado después de haber pasado el día anterior en la carretera, sin contar con el dolor en la garganta debido al resfriado. Mi carne, decía: «no te levantes ahora, quédate en la cama un poco más”, pero mi mente (el Espíritu) me decía: «levántate hija, tienes cosas que hacer.» Me levanté, me lavé la cara y di inicio a mi día.
Poco después, abrí mi correo electrónico y leí el mensaje de un amiga mía que me mostraba uno de mis muchos defectos. Después, una vez más comenzó la batalla. Mi carne, decía: «explícale… dile el motivo de lo ocurrido», pero inmediatamente el Espíritu Santo me hablo otra cosa, “va a dar una explicación ¿por qué? ¡Sólo pida disculpas y listo!» Y así lo hice.
A partir de entonces mis ojos estuvieron más atentos. Seguí con mi día. Fui a la cocina a preparar el desayuno y me di cuenta que sólo había un trozo de pan que a mi me gustaba. Había otras cosas para comer, pero mi pancito favorito solo alcanzaba para una persona. Creo que usted ya puede hasta imaginar lo que vino a mi cabeza. «Come rápido ese pan, así no tendrás que compartirlo con nadie, ni tener que quedarte sin comer». Pero, en aquel mismo instante me vino otra voz que decía: «No tomes el pan mi hija, déjalo para que tu esposo lo coma» y así lo hice.
¡Como me sentía fuerte, feliz y poderosa por haber logrado vencer mi carne! Y eso es exactamente lo que nos hace ser una persona espiritual, cuando comenzamos a dar oído y hacer la voluntad del Espíritu.
Contrariamente a lo que muchas personas piensan, ser espiritual no significa leer la Biblia todo el tiempo, o ir a la iglesia todos los días, hacer ayunos y oraciones constantes y tampoco ser buena. Una persona espiritual es aquella que renuncia a sus propios deseos, gustos y placeres por hacer la voluntad de Aquél que la creo, el Espíritu Santo. ¡Mis amigas, es una cuestión de decisión! Nadie puede obligarme a hacer algo que no quiero hacer y tampoco impedirme de hacer lo que quiera. ¡La elección está en nuestras manos!
Si doy oídos al Espíritu, entonces me vuelvo como el Espíritu, fuerte e inquebrantable. Pero si me inclino ante los placeres de la carne, entonces carne seré, es decir, ¡débil y desanimada!
Recuerde eso cuando esté frente a una elección.
Flávia Barcelos
Es verdad, es una lucha constante pero de uno depende dar oidos o no.