Rahab era una mujer cananea, prostituta y fiadora de lino (es decir, vendía lino (que es un material con el que se elaboraba en esa época) y lo fiaba). Su casa fue construida sobre el muro de una ciudad llamada Jericó. Poco antes del ataque definitivo a Jericó, el pueblo de Israel envió espías a explorar la ciudad.
En Jericó todos habían oído hablar de aquel pueblo y cómo Dios había abierto un camino hacia el mar, para que lo atravesaran; al salir de Egipto les había prometido Dios a los israelitas que destruiría a sus enemigos y los haría vencedores de todas las guerras en las que participaban, participarían. Todo el mundo estaba aterrorizado por la posibilidad de una invasión, pero Rahab reconoció que Dios estaba con Israel; en esa situación vio la oportunidad de liberarse y cambiar la historia de su familia.
De manera impetuosa y valiente Rahab cobijó y protegió a los espías, proporcionando los medios para que pudieran escapar de esa ciudad, la cual ya se encontraba condenada, haciendo con que los espías prometiesen salvar su casa. Acordaron establecer una señal: un hilo rojo atado a la ventana de la casa, marcaría la casa de Rahab para que esta fuese salva y que nadie que estuviera dentro de ella seria herido.
Ella fue muy valiente, al arriesgar, al creer que esa era su única oportunidad de liberarse y cambiar su historia. Cuando la ciudad fue tomada, Dios fue misericordioso con ella quien había arriesgado su vida para ponerse a favor de la voluntad de Dios y Él honro esa actitud de fe. No sólo Rahab fue salva, esa salvación se extendió para toda su familia.
En Jericó, Rahab era despreciada, marginada y oprimida. Ser una prostituta en aquella época era un camino, una profesión de la cual no se podía regresar. La humillación y la agresión moral hacían parte del día a día en aquellas mujeres que tenían ese estilo de vida. Sin embargo, cuando se presentó la oportunidad, Rahab actuó valientemente por su libertad. La salvación que Rahab encontró no miró para la vida que ella había tenido anteriormente, sino para la vida que ella quería vivir desde ese instante y en el futuro.
Además de haber sido salva y de ver a su familia salva, Rahab fue recibida por el pueblo de Israel como si fuera uno de ellos; se casó con un príncipe y formó una familia que más tarde entró en la genealogía del Señor Jesús.