Económicamente estaba destruida, tenía deudas, vivía en la pobreza e incluso sin tener nada que comer.
Estuve a punto de perder mi casa y esto me tenía al borde de la desesperación. Sin saber qué hacer ni para dónde ir, recibí la invitación de un familiar para asistir a la Iglesia Universal comencé a participar y mi visión se fue abriendo, así que fui colocando en práctica todo lo que iba aprendiendo. Logré abrir mi propio negocio, salí de las deudas y de todo aquello que me mantenía atada al fracaso.
Hoy tengo una vida bendecida sin pasar necesidades, gracias a Dios.
Soler