“Llevaba una vida muy desordenada, consumía alcohol y no le daba importancia a nada. Tenía problemas de depresión y con la autoestima baja pues no lograba valorarme. A raíz de esto perdí mi matrimonio, mi hogar. Esta adicción creció en mí desde pequeña al ver que mi padre consumía alcohol y nos maltrataba, esto hizo que yo me refugiara en esto también, así crecí al punto de perder todo y tener que empezar de cero.
Recuerdo escuchar siempre la voz de aquellas que yo pensaba que eran buenas amistades, me iba a fiestas, dejaba a mis hijos y no me importaba. En medio de toda esta situación me hicieron la invitación a la Iglesia Universal para buscar la liberación de este mal.
Al principio no fue nada fácil, fue una lucha muy fuerte, pero perseverando y siendo constante con el tratamiento en la cura de los vicios, logré ser libre del alcohol, abandoné todo lo que me hacía daño y entendí que tenía mucho valor para Dios.
Hoy soy una mujer feliz, con paz, con mi familia restablecida y con un nuevo estilo de vida, pues el Señor Jesús a través de la fe me restauró por completo, así que puedo dar fe de que sí existe la cura para los vicios, pues yo lo logré”.
María Pérez