“Veintiocho años de mi vida fueron de sufrimiento a causa de una infección en el hígado. Visité muchos especialistas y lo que recibía eran fuertes tratamientos que me daban poca mejoría, pero el malestar persistía. Recuerdo que estos tratamientos eran tan fuertes que repercutían en mi carácter, estaba frustrada sin saber qué hacer.
Mi casa era una farmacia ambulante y uno de los especialistas que me vio me indicó que iba a tener que recibir un trasplante de hígado. Me negué a esto y pensaba en morir cuando ya mi tiempo se terminara.
Así fue que llegué a la Iglesia Universal pensando que ya no tenía más solución, pero participando con mucha fe, recibiendo las oraciones comencé a notar la mejoría. Al hacerme nuevamente todos los estudios correspondientes los médicos se quedaron sorprendidos por los resultados, pues mi hígado era como el de un niño.
Estoy completamente sanada, libre de males y ya no necesito medicamentos porque Dios restauró mi salud, totalmente.”
Norma López