Hace siete años una persona se acercó a mí y me dijo que yo me quedaría sin movilidad en las piernas. Desde ese día no pude dar un paso. Día y noche caminaba con muletas, casi arrastrándome por todos los lugares a los que iba.
Fui al médico y le conté mi caso.
Él me preguntó ¿por qué yo usaba muletas?
Le dije: – “Bueno, doctor, hace tiempo una persona me dijo que mis piernas se quedarían sin movilidad y a partir de ese día empecé a sentir debilidad en mis piernas”, le respondí.
-“¿No es extraño?, me dijo el médico, “Prueba a caminar sin muletas. Son esos trastos los que te impiden caminar. Deja esas muletas y lleva a tu mente el pensamiento de que sí vas a poder”.
Como el doctor vio que no hacía nada, él mismo tomó las muletas y las rompió.
El luego me dijo: – “Ahora que no tienes tus muletas para apoyarte, ¿con qué vas a caminar?”.
Empecé a caminar y me di cuenta de que ¡estaba curado! Caminaba con normalidad.
El simple hecho de haber visto que las muletas estaban rotas, me hizo sentirme bien y empecé a caminar con normalidad.
¿Usted ha sido de las personas que se deja afectar por los comentarios de los demás? Recuerde que en la palabra de Dios dice así:
“Y llamando a sí a la multitud, les dijo: – Oíd, y entended: no lo que entra por la boca contamina al hombre, pero lo que sale de la boca, esto contamina al hombre” (Mateo 15:10-11)