“El Señor le dijo a Moisés: Habla a los sacerdotes hijos de Aarón, y diles que no se contaminen por un muerto en sus pueblos.
Santos serán a su Dios, y no profanarán el nombre de su Dios, porque las ofrendas encendidas para el Señor y el pan de su Dios ofrecen; por tanto, serán santos”. Levítico 21:1,6
Dios le mandó hablar a los sacerdotes y a todos nosotros que entregáramos la vida al Señor Jesús que nos tornáramos sacerdotes de Dios el sumo sacerdote. Por esta causa somos quienes le servimos a Él.
La ofrenda representa el pan de Dios, ¿y para qué sirve la ofrenda? sirve para avanzar en la obra de Dios y dar alimento, comida espiritual a los más necesitados, que viene a ser el verdadero pan de vida.
El verdadero hambriento esta sediento de la palabra de Dios, porque hay gente que tiene todo y a su vez no tiene nada, porque su alma esta hambrienta de la verdad.
Así vemos como Dios mandó a Moisés hablar con los sacerdotes el hecho de como tendrán que preparar las ofrendas.
“Con mujer ramera o infame no se casarán, ni con mujer repudiada de su marido; porque el sacerdote es santo a su Dios”. Levítico 21:7
La palabra santo significa separado, que somos diferentes, pues Él separó un pueblo santo para Él. Pero, si la persona tiene una vida inmunda no puede ser sacerdote de Dios, porque le está desagradando al no tener una vida santa ni separada.
Por ese motivo pierde la autoridad delante del diablo, por eso él entra en la vida familiar, sentimental, económica en la salud, etc. Él lo hace debido a que ese sacerdote no está viviendo una vida separada para Dios.
“Le santificarás, por tanto, pues el pan de tu Dios ofrece; santo será para ti, porque santo soy yo el Señor que os santifico”. Levítico 21:8
Quien santifica la ofrenda que le presentamos a Dios es el propio Dios y es Él quien santifica nuestras vidas.
Observemos lo que está escrito en Malaquías: “El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice el Señor de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa del Señor es despreciable. Malaquías 1:6-7
Supongamos que la persona quiera visitar mi casa y yo le reciba de cualquier manera, preparo la mesa con lo peor con las migajas ¿cómo la persona se sentiría? Imagínese tratando así al propio Dios, entonces aquello que viene para su mesa es aquello que está en la mesa de muchas personas que no se preocupan por dar lo mejor sino aquello que le sobra. Recuerde que cada uno siempre tendrá algo para ofrecerle a Dios.
Usted tiene su vida, su oración y su entrega que también son una ofrenda para el Dios altísimo. Pero no puede menospreciar la mesa de Dios olvidándose de todo o presentando lo peor para Él.
“Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice el Señor de los ejércitos. Ahora, pues, orad por el favor de Dios, para que tenga piedad de nosotros. Pero ¿cómo podéis agradarle, si hacéis estas cosas? dice el Señor de los ejércitos”. Malaquías 1: 8-9.
Debido a la consideración que usted le da a Dios Él también tendrá consideración con nosotros, no se olvide de eso.