La profesora Ana Maria les pidió a los alumnos que hicieran una redacción sobre lo que les gustaría que Dios hiciera por ellos. Por la noche, mientras corregía los textos, se encontró con uno que la emocionó mucho.
Justo en ese momento entró su marido, y al verla llorando, le preguntó: “¿Qué sucedió?” Ella respondió: “Lee”. Era la redacción de un niño.
“Señor, te pido algo especial para esta noche: transfórmame en un televisor. Quiero ocupar su lugar. Vivir como la Tele de mi casa. Tener un lugar especial, y reunir a mi familia a mi alrededor. Ser respetado cuando hablo. Quiero ser el centro de atención y ser escuchado sin interrupciones, ni cuestionamientos. Quiero recibir el mismo cuidado especial que tiene la tele cuando no funciona. Y tener la compañía de mi papá cuando llega a casa, aunque esté cansado. Y que mi mamá esté conmigo cuando este sola y fastidiosa, en lugar de ignorarme. Y también te pido que mis hermanos se “peleen” por estar conmigo. Quiero sentir que mi familia deja todo de lado, aunque sea de vez en cuando, para pasar un poco de tiempo conmigo. Bueno, te pido también que pueda divertir a todos. Señor no te pido mucho. Solo quiero vivir lo que vive cualquier televisor.
En ese momento, el marido de Ana Maria dijo: “¡Dios mío pobrecito! Qué barbaridad esos padres”. Y ella respondió: “Esta redacción es de nuestro hijo”.
