Cuando el marido o la esposa toman este camino, normalmente terminan llegando a un terrible destino de reclamos y frustraciones conyugales. El camino es esta línea de pensamiento:
¿Cuáles son mis derechos en este matrimonio? ¿Qué es lo que mi cónyuge no ha hecho por mí? ¿Dónde él/ella ha fallado?
Usted sabe, la pregunta dirige la respuesta. La orden que usted le da a su cerebro con las preguntas anteriores es la de encontrar fallas en su pareja. Y como siervo obediente, su cerebro rápidamente le traerá las respuestas.
“Tienes el derecho a comprarte las cosas que te gustan también.” “Él nunca hace nada para ti en fechas especiales.” “Ella no cuida su apariencia como a mí me gustaría.”
La lista puede ser muy larga. Es un error muy común.
Claro que hay momentos en los que esas preguntas son correctas y necesarias, como para quien está en una relación abusiva y se olvidó de sí mismo para vivir solo para el compañero. Pero el alerta aquí es para quien se involucra en una manera de pensar que le hace asumir la posición de quien reclama en la relación. ¿Y a quién le gusta una persona que reclama? ¿Quién soñaba cuando era niño con crecer y ser un cobrador de deudas? Entendamos: con toda la dignidad que cualquier profesión merece, la de cobrador no es una de las más envidiadas.
¿Por qué entonces asumir esa posición en el matrimonio?
La gran revelación es que las cosas pueden cambiar radicalmente si el marido o la esposa tan solo cambiaran las preguntas:
¿Cuáles son mis obligaciones en este matrimonio? ¿Qué es lo que no he hecho por mi cónyuge y que debería estar haciendo? ¿Dónde he fallado?
Solo puede reclamar quien hace. Solo quien cambia puede pedir un cambio. Solo quien da el ejemplo puede inspirar a otros a ser mejores.
Fuente: renatocardoso.com